lunes, 13 de octubre de 2014

Un cuento improvisado.

La semana pasada en clase de lengua explicaba las tres partes de las que se componen todos los cuentos tradicionales: introducción, nudo y desenlace. Así que decidí improvisar un cuento. Tenía que decidir un personaje protagonista y una ambientación donde situarlo.

He de decir que el cole anda como loco este mes por una tradición gallega llamada "Magosto", en la que se recogen y se asan castañas. El día que lo celebramos no hay clase por la tarde y nos dedicamos a comer castañas asadas en el patio del colegio.

Pues se me ocurrió la idea de improvisar un cuento teniendo el tema del Magosto como fondo. Como no tenía nada pensado, y puesto que llevo toda la semana con el tema de la publicación del tercer libro de La Alianza de los Tres Soles, decidí coger a uno de sus personajes para que fuera el protagonista del cuento. De hecho, llevaba tiempo pensando que la elfa Shen sería un buen personaje para cuentos infantiles.
Y el resultado fue algo así:

"Hace muchos años, en un bosque muy lejano, vivía una elfa llamada Shen. En su cabeza, en lugar de pelo, crecía musgo. Y su piel era tan verde que parecía hecha de hojas.
La pequeña elfa era amiga de todos los animales; pero sobre todo, de todas las plantas. Y vivía en una casa en el interior de un manzano.

Un día, Shen paseaba por el bosque buscando su desayuno. Era otoño, una época perfecta para recoger castañas y setas silvestres. Así que Shen se acercó a un gran castaño de tronco enorme.

-Buenos días, señor castaño -Shen sonreía amablemente-, me preguntaba si me daría usted algunas de las castañas que tiene colgadas de las ramas.
-¿De las ramas? De las ramas no, que me hace daño -contestó el castaño-. Si esperas a que alguna se caiga podrás cogerla del suelo.
El castaño estaba harto de que le quitasen las castañas antes de que se cayeran. Shen no estaba dispuesta a esperar a que las castañas se cayesen. Quería comer ya. Pero el castaño era tan grande que la elfa no llegaba a las ramas. La elfa pensó que sería más fácil ir a recoger setas, que crecen en el suelo. Ya volvería otro día a por las castañas que se hubiesen caído.
-Muy bien, pues me voy, no quiero castañas -dijo Shen, algo enfadada por no poder coger castañas-. He pensado que las setas que crecen en el camino del arroyo estarán más ricas para desayunar.
-Pero ten cuidado con las setas rojas, -el castaño exclamó alarmado-. Esas no se pueden comer.

Shen no lo escuchó. No lo escuchó porque se había enfadado. Ya no quería castañas.
La elfa bajó por el valle hasta llegar al camino del arroyo. El camino estaba marcado por una fila interminable de hayas, y a sus pies, crecían setas de todos los colores y tamaños. Las había amarillas como la miel, marrones como corteza, azules como el cielo... Y rojas. Shen se frotó la barriga pensando en el banquete que se iba a dar. Y empezó a comer setas de todos los colores. De todos. Pues no había escuchado la advertencia del castaño. Estaba tan enfadada con él que aunque le hubiese oído, no le hubiese hecho caso.

Después de la comida Shen se echó a dormir la siesta entre las eneas que crecían cerquita del arroyo. Pasada una hora se despertó con un fuerte dolor de barriga. Cómo le dolía. Quería volver a su casa en el manzano, y subió el camino del valle, muy despacito, pues el dolor de tripa apenas la dejaba andar. Los arbustos y los helechos se hacían a un lado y las ramas bajas de los árboles se alzaban sobre ella. Pasó bajo las ramas del castaño y el árbol le habló:
-¿Pero qué te ha pasado, pequeña? -dijo el castaño, preocupado-.Tienes muy mala cara.
-Pues que después de comerme las setas, -Shen hablaba muy despacito, tenía fiebre-, me eché a dormir, y al despertar...
-¿Comiste setas de todos los colores? -El castaño balanceaba las ramas-. ¿No me escuchaste decirte que no comieras setas rojas?
-Es que no quería hacerte caso, porque estaba enfadada contigo. -Shen se apoyó en el tronco del castaño, no podía andar más-. No me habías dado castañas.
-Pues mira lo que ha pasado ahora. -El castaño resopló-. Afortunadamente algunas de mis castañas se han caído ya. Anda, cógelas, mis castañas son mágicas y te curarán el dolor de tripa. Pero no comas demasiadas o tampoco funcionará su magia.
-Muchas gracias -dijo Shen-. ¿Cómo puedo llamarte?
-Llámame Magosto -contestó el castaño.

Esta vez Shen sí hizo caso al castaño Magosto. Y comió algunas de las castañas mágicas que se le habían caído. Pasó toda la tarde con él. Cuando se marchó para su casa en el manzano, ya no le dolía la tripa. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado."